Urdaneta y el tornaviaje by Agustín Ramón Rodríguez González

Urdaneta y el tornaviaje by Agustín Ramón Rodríguez González

autor:Agustín Ramón Rodríguez González [Rodríguez González, Agustín Ramón]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-02-03T00:00:00+00:00


Legazpi invitó entonces al jefe indígena a un banquete, pidiéndole arroz, cerdos, gallinas y cabras, y le aseguró que serían bien pagados, aparte de regalarle cuatro varas (medida de longitud de la época) de manteles alemanes, un espejo, una bacinilla, cuchillos, tijeras y cuentas. También entregó diversas baratijas a sus acompañantes.

Con todo ello, se ordenó a los españoles saltar a tierra, se celebró misa y se tomó posesión de la isla para la corona de Castilla.

Urdaneta decidió entonces dejar las dos pesadas naos en el puerto y, con el patache, ir a explorar Butuán. Pero en la travesía tuvieron un encuentro inesperado al divisar un gran junco de unas 40 toneladas con 45 hombres a bordo. Tras intimarle a que les dejara pasar, y tras un duro combate, que causó un muerto y una veintena de heridos entre los indígenas, al fin pudo ser detenido. Urdaneta interrogó en malayo a los prisioneros, y resultó que era un barco propiedad de un portugués residente en Borneo y con carga propiedad del mismo rey. Para evitar más conflictos de cualquier clase y por consejo de Urdaneta, se le dejó libre. Es más, se ordenó a los soldados reintegrar el botín que hubieran hecho, para gran disgusto suyo.

Lo curioso es que Urdaneta consiguió de los ahora libres saber las razones de su hostilidad y la de todas las islas en que habían recalado hasta la fecha. Le contaron que hacía dos años llegaron a esas aguas ocho buques portugueses que fueron bien recibidos, pero que poco después los europeos se dedicaron a saquearlos y a apresar indígenas para venderlos como esclavos, contando no menos de 800 entre muertos y cautivos. Y para agravar las cosas, los portugueses iban diciendo que eran de Castilla. Así que gracias a las dotes de Urdaneta, tanto para los idiomas como para contactar y comprender a personas de cultura muy distinta, se pudo ir desenredando el tan interesado como falaz equívoco.

De nuevo Urdaneta se hizo a la vela en una fragata para encontrar la esquiva Cebú. Mientras, se reparaba la nao capitana en tierra, y en junta Legazpi decidía que la isla a poblar sería la de Leyte. Preocupado por la tardanza de Urdaneta en volver, envió en su búsqueda un parao indígena cedido por los caciques locales, con 30 remeros y dos soldados españoles con arcabuces, ante el temor de toparse con piratas. No lo encontraron, pero estuvieron en Cebú e informaron de que la isla era rica y muy poblada, que existía un buen puerto y cerca una población con más de 300 casas, mucho oro y perlas, así como abundantes cosechas de arroz y de mijo.

Ya todos daban por perdido a Urdaneta cuando aquella misma noche regresó con la fragata tras superar grandes vicisitudes: al salir de Bohol las corrientes le empujaron a la isla de Negros y luego tuvo que contornearla como única solución. Entraron en contacto con los naturales, aparentemente amistosos, hasta que mataron y cortaron la cabeza del piloto indígena que llevaban.



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